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4 PASOS PARA SUPERAR UNA RUPTURA DE PAREJA

Decir adiós a una relación es una etapa especialmente complicada por la que la mayoría de personas pasamos tarde o temprano. Sobre todo si esta ruptura no ha sido deseada: ha sido unilateral por parte del otro o no nos ha quedado más remedio que ponerle fin por unas circunstancias que escapan a nuestro control. Para poder continuar con nuestra vida y sentirnos cada vez menos vulnerables es necesario desarrollar un proceso de duelo: transitar un camino que va de la persona que éramos antes de la separación a la nueva persona que seremos una vez lo hayamos superado. Este proceso de transformación no es cuestión de tiempo (desgraciadamente no lo cura todo), es un proceso activo en el que deberemos ir realizando, paulatinamente, 4 pasos:

 

1) Aceptar que hemos perdido a la otra persona

Es fundamental no autoengañarse y reconocer que hemos recibido un duro golpe y no hay vuelta atrás. Conviene evitar la negación: aferrarse a la idea de tener un futuro juntos, estando seguros de que la vamos a recuperar (es una creencia irracional siempre que no se basa en hechos objetivos: ¿qué señales apuntan a una posible reconcialiación futura más allá de nuestro anhelo?). Si es la otra persona quien ha tomado la decisión y es firme conviene hacer un ejercicio constante de aceptación, que no implica estar de acuerdo, sino vivir en consecuencia a que esto es así. Si la ruptura ha sido consensuada o bien por nuestra parte, debemos decidir si nos queremos dar un tiempo para reflexionar o si esto es algo irreversible. En el segundo de los casos, os animo también a seguir estos pasos.

 

¿Cómo conseguirlo?

 

Aunque resulte difícil, ayuda seguir estas pautas:

 

Acciones desaconsejadas

  • Realizar actividades/cambios en nuestra vida pensando en lo que gusta a la otra persona. Es común cometer el error de creer que la llave para que la ex-pareja vuelva a nuestro lado está en nuestra mano y depende de nuestro esfuerzo y de demostrarle que vamos a cambiar para satisfacer mejor sus demandas (sobre todo cuando la decisión depende únicamente de la otra persona y es firme: nada de lo que hagamos o dejemos de hacer puede influir en este hecho). Marcarnos objetivos que conecten más con las necesidades de otro que con las nuestras propias es una manera de desgastarnos y hacernos aún más daño.

  • Enredarse en los recuerdos de un pasado idealizado. «Todo era perfecto, qué felices éramos juntos» = SESGO: es importante valorar todos los déficits que tenía la relación. El dolor de la pérdida nos hace recordar solo los buenos momentos y perder la objetividad, no consideramos todos los defectos que tenía aquella persona y los problemas que había en la relación perdida.

  • También corremos el riesgo de comparar a las nuevas personas que conozcamos en el futuro con el recuerdo de la anterior pareja, lo que supone un ejercicio injusto: nadie puede competir ante un fantasma (un recuerdo sin mácula, cosa imposible, pues todo ser humano tiene defectos, luces y sombras).

  • Consolarse mediante pensamientos/imágenes de una futura reconciliación: nos hace quedarnos estancados a mitad de nuestro duelo, el tiempo pasará, pero no podremos avanzar mientras esperamos una realidad que nunca llega.

  • Seguir hablando/contactando con la ex-pareja y su familia como si la relación no se hubiera terminado. Al no estar preparados para tener una relación de amistad en estos momentos, conviene imponer un muro de silencio que nos permita pensar en nosotros mismos: evitar también “espiar” sus redes sociales. Se puede retomar una relación cordial en el futuro, pero temporalmente el foco ha de estar en protegernos y vivir un día a día donde la ausencia de la ex-pareja sea palpable.

 

Acciones aconsejadas

  • Aprovechar nuestro mayor tiempo libre para buscar aficiones/intereses que nos llenen a nivel individual. Algo que defina nuestra manera de ser, gustos o intereses, algo que siempre hayamos querido hacer.

 

2) Elaborar el dolor de esta pérdida

 

No evitar las emociones que nos van surgiendo: tristeza, ira, angustia, soledad… Es normal sentirnos de esta manera por el desengaño que hemos vivido. Tenemos derecho a ser vulnerables y es natural este sufrimiento: no debemos prohibírnoslo, ni esconderlo, ni recriminarnos el sentirnos más débiles.

 

¿Cómo conseguirlo?

 

  • Debemos experimentar estas emociones dolorosas teniendo en cuenta que son como una ola: durante diferentes momentos del día vendrán, estarán un tiempo impactándonos y se terminarán yendo. No hay que negarlas, pero es importante que tampoco nos enganchemos a ellas ni las alimentemos con pensamientos constantes sobre el pasado y lo que hemos hecho mal. El dolor tal como viene siempre recula (como las olas del mar) y cada vez este oleaje será menos frecuente e intenso.

  • Relativizar los sentimientos de culpa. Es normal en los momentos posteriores a una ruptura el sentirnos totalmente responsables de lo que acaba de pasar y darle vueltas, una y otra vez, a todos los supuestos errores que creemos haber cometido. Esto es un efecto secundario de nuestro dolor, pero NO es la REALIDAD. Conforme vayan pasando los días debemos reescribir el relato de la ruptura de manera que seamos objetivos en la parte de culpa que nos corresponde, sí es que tuvimos realmente alguna responsabilidad en una decisión o actitud que mostró la otra persona.

  • Hay que establecer un equilibrio entre momentos en que nos podamos sentir/mostrar vulnerables (a nosotros mismos o a los demás) y los momentos en los actuaremos como si tuviéramos una mayor fortaleza, realizando las pequeñas tareas y obligaciones del día a día (es clave tener una agenda semanal que se vaya llenando cada vez más progresivamente: proyectos laborales, quedar con más personas, ejercicio físico, actividades que nos distraigan, vínculos familiares…)

 

3) Adaptarse a un nuevo mundo sin la ex-pareja

 

Debemos reinventarnos a nosotros mismos y aprender a tener nuevos objetivos vitales, nuevas metas para continuar avanzando

 

¿Cómo conseguirlo?

 

Percatándonos de que aquellos objetivos que teníamos en pareja y eran importantes para nosotros, también son realizables sin la otra persona. Algunos ejemplos habituales:

  • Vivir solo y tener una mayor independencia alejada del núcleo familiar (alternativas: compartir piso en la zona que mejor nos convenga, ect)
  • Viajar: tenemos recursos y habilidades suficientes para hacerlo solos. También podemos tirar de otras personas que significativas que estén a nuestro alrededor.
  • Generando nuevos roles en nuestra vida: atrevernos a hacer cosas nuevas que nos puedan gustar, conocer a gente nueva o recuperar viejas amistades,

 

4) Hallar un significado al tiempo pasado juntos, en forma de aprendizaje

 

Esta difícil etapa nos va a permitir conocernos mejor a nosotros mismos

 

¿Cómo conseguirlo?

 

  • Reflexionar y tener más claro qué buscamos y qué nos atrae en una pareja y qué no deseamos o no volveríamos a tolerar. Un mayor autoconocimiento de nosotros mismos nos hará menos propensos a caer en vínculaciones tóxicas de manipulación o dependencia emocional.

  • Valorar cada día más nuestra mayor independencia (crear lista de ventajas y pensar en cómo aprovecharlas más). Cuando estamos muy focalizados en hacer feliz a toda costa a otra persona, nos dejamos más de lado a nosotros mismos. Si aprendemos a estar satisfechos sin necesitar de nadie más, seremos mucho más fuertes de cara al futuro y podremos disfrutar mucho más de futuras relaciones, tanto estables como esporádicas
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Rafael Sánchez Barrero

Psicólogo

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